El HLA. Probablemente a vosotros no os suena de nada. A mí hasta hace dos años y medio tampoco, y de repente un día se convirtió en algo tan valioso que hubiera dado hasta el último céntimo de mis cuentas por conseguir el idóneo, el más perfecto, el que encajara con Nicolás como un guante.
Y sin embargo no se puede comprar.
En España la Fundación Carreras gestiona el registro de HLA de todos los donantes de médula inscritos en todo el mundo, como un cofre del tesoro que se abre y que regala vida.
A Nicolás le sucedió. Una mamá de Philadelphia decidió donar la sangre del cordón umbilical de su hijo recién nacido de manera altruista, y de repente un día, la Fundación se puso en contacto con el centro donde la tenían congelada y tras confirmar el HLA de nuevo, se planificó de manera cuidada su traslado a Barcelona, al hospital de Sant Pau, donde un niñito con ojos curiosos la recibiría en sus venas como un milagro, en una transfusión de tan sólo tres cuartos de hora.
El HLA son los antígenos de histocompatibilidad que tenemos, en concreto 10. Nuestro código de barras genético, que debe ser lo más parecido posible en cualquier trasplante pero sobre todo en los de médula, porque si no podría haber rechazo.
Lo ideal sería encontrar un 10/10 pero eso es casi imposible, sería como encontrar nuestro gemelo perdido en la otra punta del planeta, y los doctores se contentan con 1, como máximo 2 diferencias, con más no hacen trasplante. El de Nicolás era ese mínimo: un 8/10, y tiró, y tanto que tiró, y las ganas de Nicolás de comerse el mundo!
1 comentario:
OOOOOLEEEEEEE!!!!!! Claro que ha tirado y va a tirar con otros nenes como nuestro amiguito Leo.
Muuuuu bien Nico.
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