domingo, 8 de enero de 2012

Las noches de San Juan de Dios

Son sin duda las peores noches de nuestra vida. Sobre todo las cuatro primeras, cuando él todavía no estaba sedado y teníamos que dejarle allí solito.
Antes de todo aquel infierno, Nicolás había sido un bebé criado a pecho, que no se había separado de mí ni un segundo, salvo a mi fin de la baja de maternidad que lo dejaba con mis padres o con mis suegros por las mañanas.
Todas las noches me levantaba a darle pecho a demanda y me daba igual que me lo pidiera una, dos o cuatro veces, o que aprovechara el muy pillo para quedarse dormido en mi regazo. Recuerdo que me ponía la tele, la NBA del Plus con Carnicero y Daimiel, o la entrega de los Oscar, y Nicolás y yo mano a mano.
Así que dejarlo en aquella UCI llena de pitidos, quejidos y lloros, solito, lleno de vías y atado a la cama para que no se cayera me llenaba de angustia.
Porque a los seis meses Nicolás era ya un niño plenamente consciente de todo y muy despierto. Me estremecía dejarlo así, pensando que lo abandonábamos a su suerte, sin el calor y el cariño de su mamá ni los juegos de su papá, y con aquellos aparatos que le rodeaban y le hacían pupa.
Recuerdo que llamábamos dos o tres veces cada noche, y el personal nos pasaba con la enfermera que le tocara, por lo general chicas muy amables y profesionales, que intentaban calmarnos diciéndonos que se acababa de dormir  o que ya estaba mejor.
Una de las noches, una de las enfermeras, quizás la más dulce, nos confesó que casi lo habían perdido, que habían intentado quitarle la respiración asistida y no había respondido, y tuvieron que hacerle una maniobra de recuperación pulmonar. Y que estaba muy intranquilo, Que no dormía. Que sólo lloraba y nos llamaba. Esa noche también le habían tenido que hacer una transfusión.
Y nosotros al otro lado del teléfono, impotentes, temblando de desesperación y lejos de lo único que significaba algo en la nueva vida que nos había tocado vivir.

1 comentario:

silvia graell dijo...

Noelia, , se perfectamente de que hablas, yo una noche llegué a llamar 5 veces.. y siempre pensando en no cerrar los ojos por la angustia de no escuchar el teléfono por si llamaban que algo muy malo habia pasado. Horas y horas de pensar, de llorar, porque a él, porque a nosotros.....