Por ejemplo la de mamá, que cada día corre que vuela con su bólido rojo de vuelta del trabajo, pensando sólo en la carita sonriente de Nicolás y en sus frasecillas de lengua de trapo.
Y un ritual que se repite siempre que papá está de viaje y que suele ser dos de cada cuatro semanas, y que es el de llegar chirriando rueda a eso de las 8 de la noche pasadas, aparcar y salir pitando a casa de los padres de papá que van a buscar al peque al cole si están por aquí, recogerle, ir a comprar el pan y las cuatro cosas imprescindibles que falten, bañarle, poner en marcha la cena mientras le embadurno de cremas y demás potingues al más puro estilo spa, colocarle el pijama y finalmente darle la cena mientras vemos Bob Esponja.
Y finalmente, a eso de las 10 de la noche (pasadas), consigo lavarle los dientes y acostarle y, si queda una pizca de energía: malcenar sola viendo alguna peli del plus. Con suerte es posible que me quede media horita libre para leer, navegar o incluso trabajar si toca.
La noche luego transcurre rápido, Nicolás mediante (que no sueñe, que no me llame pidiendo agua o cacota, etc etc).
Y aún así: benditas noches y bendita rutina diaria.
Buenas noches!
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