Cuando se hacía de noche en nuestra habitación de Sant Pau, y Nicolás ya se dormía, y las luces, y los pasos, y los ruidos del hospital se difuminaban en los pasillos vacíos, a mí me inundaba una extraña calma.
Era como encontrarte en el ojo del huracán, donde todo a tu alrededor gira y gira, pero tú te mantienes todavía a flote, con tu pequeño espacio vital todavía en pie, cada vez más pequeño eso sí.
En la habitación no había cama para acompañantes, dormíamos en el sofá que se convierte en cama por el milagro de dos sábanas y una almohada con el logo rojiblanco del hospital.
Pero ese camastro improvisado de polipiel a veces era mejor que una king size de hotel con carta de almohadas.
Yo pocas horas dormí en aquellos 6 meses. Y no exagero si hablo de una media de 3 horas de sueño nocturnas y 2 más de duermevela diurna cuando me dejaban.
Pero me reconfortaba quedarnos por fin a solas, aunque sólo fuera durante un par de horas, hasta la siguiente dosis de medicación endovenosa, a oscuras y tranquilos, eso cuando no había fiebres ni EICH ni otras molestias, ni había que trasfundir plaquetas ni hematíes, ponerle una nueva vía o controlar la cantidad de pipi que Nicolás evacuaba para controlar que sus riñones estaban haciendo bien su labor.
Le miraba mientras dormía, pequeñín, regordete, con su cabecita y sus cejas sin pelo, tan ajeno a todo y a la vez tan consciente.
Luego yo miraba por la ventana, aquel enorme ventanal de la parte nueva de Sant Pau, que daba a la calle San Quintín, y veía las casas iluminadas con gente que cenaba en sus salones acogedores, o veían la tele, o planchaban, o hablaban por teléfono, y yo miraba más allá, a la noche, al cielo iluminado de Barcelona, a los pocos coches que pasaban calle abajo, y hablaba conmigo misma en un susurro, y luego me acostaba en mi sofá azul y al menos descansaba hasta la madrugada, hasta que el ruido de una puerta, el del grifo y luego el estruendo de una segunda puerta me devolvían a una realidad de mascarillas, guantes y ojos de enfermera buscando el catéter casi que a tientas.
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