Este fin de semana tuvimos una visita muy especial. Uno de los mejores amigos de Iñaki, Iker, que venía a pasar el fin de semana a Barcelona me avisó dos semanas antes para planificar el sábado con nosotros.
Resulta que Iñaki tenía carrera de montaña el sábado pero justamente llevaba un par de días con los dedos del pie inflamados,vete tú a saber por qué ahora cuando lleva todo el invierno corriendo, seguramente por sus nuevas zapatillas, o por haberse dado un buen tute en la cinta, o por los paseos bajo el sol de Roma, y el sábado no pudo salir ni con voltarén, así que Iker y yo cambiamos el lugar y la hora de encuentro rápida y discretamente y ya no sería la avenida Tibidabo sino mi barrio.
Y menuda sorpresa.
Porque el encuentro fue tan premeditadamente casual que nadie y menos Iñaki hubieran sospechado nadie, y la cara que se le quedó al pobre cuando en pleno paseo matutino casi se da de bruces con su amigo de Santurce.
Por supuesto, y pasada la sorpresa inicial, el resto del día fue el punto perfecto de puesta al día de viejos amigos y disfrute de Nicolás, y mientras sus papás hablábamos él se montaba en el trenecito, jugaba en el parque, se metía en un tubo rodante, tomaba las olivas del vermut y comía a dos carrillos en el Ribs.
Y para rematar la jugada, le dejamos a dormir su buena siesta en casa de los yayos.
Así que día redondo.
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