sábado, 21 de abril de 2012

No es lo mismo

Hace pocos días, en una cena me preguntaron a bocajarro que cómo estaba llevando lo de haber tenido un hijo con leucemia.
Creo que mi cara cambió del rosa pálido al rojo clavel y de ahí al verde fosforito, más que nada porque la persona que me hacía la pregunta era bastante cercana, del "círculo de confianza" que diría Robert De Niro.
La salida de la persona me pilló a contra pie, porque la quiero mucho y me costó entender que ella en concreto pudiera equivocarse con algo así.
Podemos decir que en un primer momento me molestó, pensé "cómo puede decir una cosa así, vaya fallo, es que en todo este tiempo no ha entendido ni una sola palabra o qué".
Pero luego me di cuenta que para alguien de "fuera" es normal  no estar tan al corriente de diagnósticos, recuentos linfocitarios, quimeras o inmunoglobulinas. Ellos escuchan "trasplante de médula" y acto seguido lo relacionan con leucemia.
Y es que es lo más corriente.
Las inmunodeficiencias, y más las que son graves, son si cabe más atípicas y no representan más que un porcentaje ínfimo de la población mundial, y en todos los casos requieren de un trasplante de médula para sobrevivir, y no son cáncer.
Simplemente es que su sistema inmunitario es incapaz de producir linfocitos T que son clave en la acción de defensa del organismo, y la única solución es ese trasplante que le acciona la producción de esas células tan importantes.
Como me dijeron en Sant Joan de Déu después del diagnóstico "es más fácil que te toque el euromillón dos veces que un niño con inmunodeficiencia combinada severa", pues mira a estas alturas de la película que se quite el euromillón que nosotros ya nos hemos llevado el premio gordo, y nos lo llevamos día a día con la sonrisa de Nicolás.

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