martes, 6 de marzo de 2012

Ya no me gustan los días de lluvia

 ¿Os he dicho alguna vez que ya no me gustan los días de lluvia?
Antes, me gustaban los días de lluvia en cierta manera. No en plan raro o depresivo. Pero poneos en situación: el típico sábado de invierno, con todo hecho, con la despensa bien surtida, sin nada mejor que hacer que vegetar cómodamente en casita, pues como que alimenta más dormir y quedarte bajo las sábanas, dedicarte a la casa, comer bien y ver una buena peli, con la lluvia y el viento repiqueteando en los cristales.
Sí, pero eso era antes. Seis meses de encierro en una habitación de escasos 2x2 metros, con doble puerta y doble cristal, ventana bloqueada y flujo de aire en circuito cerrado, vamos, lo que es una cámara estéril de hospital, me han hecho más mella de lo que pensaba.
Ahora los días lluviosos me noquean.
Y mira que aquel otoño/invierno de 2009 fue lluvioso de veras. Y si llovía por la mañana era aún más molesto, concretamente entre la hora de la analítica y de los jarabitos y la visita de los doctores...
Eran nuestras horas de más luz y como lloviera nuestro cuarto aún se nos hacía más pequeño, y nuestro mundo aún más triste, y nuestra situación más desesperante.
Con lluvia nos daba más miedo la visita de los doctores, como si con ese tiempo no tuvieran más remedio que ser portadores de malas noticias. Y el personal parece que iba y venía más atropellado, molesto como el tiempo.
Hasta que venían los yayos a traerme el desayuno, que me comía afuera, entre las dos puertas, mirando por el ojo de buey a Nicolás si dormía. Ese sí que era uno de los mejores momentos del día, lloviera o no.
Aunque como digo, ya no me gustan los días de lluvia....

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